Fuente: La Voz de Galicia (02/08/2011)
No siempre llegaron tarde a Galicia las comunicaciones en relación al resto de la Península. Cuando en 1761 se aprobó en España el real decreto para la construcción de los caminos rectos y sólidos que comunicasen Madrid con los principales puertos de mar, se estableció la prioridad de que se iniciasen por los que comunicaban Madrid con Andalucía, Extremadura, Galicia y Valencia.
Será a partir de entonces cuando se proyecte el Camino Real de acceso a Galicia, con final en el puerto de A Coruña, y se construya gran parte de su trazado en la segunda mitad del siglo XVIII, abandonando el paso de los montes de León por Foncebadón, para buscar la vía romana en el paso por el puerto del Manzanal, y abandonando el paso de los Ancares por el Cebreiro del anterior Camino de Santiago, para desde Villafranca del Bierzo y el valle del Valcarce ascender con un trazado en ladera hasta el puerto de Pedrafita. El descenso posterior hasta As Nogais y Becerreá se realizará cruzando el río Cruzul por el magnífico puente que se conserva, alcanzando después la meseta lucense y Lugo, desde donde con largas alineaciones rectas, antes de la Costa do Sal, se dirigía a A Coruña, entrando en la ciudad por el llamado Camino Nuevo, hoy calle de Juan Flórez.
Por este Camino Real estuvimos circulando doscientos años, antes que la carretera tipo Redia de los años setenta y ochenta del siglo XX lo relevase en el paso de los valles y en el cruce de los puertos y los ríos. El salto de escala posterior se producirá con la actual autovía del Noroeste que a finales del siglo anterior ya había sustituido gran parte del trazado de la carretera tipo Redia.
Hace ahora, por tanto, aproximadamente treinta años (e incluso en algunos tramos como el de Becerreá incluso menos), abandonamos la traza de la primera carretera moderna que tuvimos de acceso a Galicia, en donde en una parte de su trazado podemos relacionarnos con sus características, con sus obras de fábrica, siendo un patrimonio cultural de la ingeniería del XVIII, que los peregrinos y las Administraciones confunden con el Camino de Santiago en el Bierzo y en el valle del río Valcarce.
Hay tramos de gran belleza paisajística, como en la bajada desde Pedrafita a As Nogais, en el ascenso a Becerreá por el puente Cruzul, en los tramos en los que la carretera de los años setenta a Lugo abandonó la anterior traza (incluido el puente sobre el río Chamoso), en los que sería necesario un esfuerzo de la Administración para señalizarlos, limpiarlos y restaurarlos ligeramente.
Igual ocurre con los caminos transversales que también en el siglo XVIII se construyeron en Galicia: la carretera N-550 entre A Coruña, Santiago, Pontevedra y Pontesampaio (no llegaba a Vigo); el primer tramo del Camino de A Coruña a Fisterra que solo llegaba hasta la aldea de Foxo (después de Arteixo), de la que quedan árboles plantados en sus márgenes, edificaciones crecidas en torno a ellos, relojes de sol y fuentes en un estado de desatención que merece una reflexión sobre el abandono de un patrimonio cultural que está en el comienzo de la construcción de las primeras carreteras modernas en Galicia y de las villas y barrios de ciudades que han crecido en sus bordes.