Fuente: SUSO VARELA / La Voz, 13 de mayo de 2016
Ana María Prieto, vecina de Becerreá, entró a trabajar en 1963 en Bull General Electric y diez años después abandonó la profesión «para tener una familia»
«Me llamo Ana María Prieto López y soy pionera en Galicia en programación informática». Así comienza la historia de una mujer hecha a sí misma y que hasta el momento, salvo su familia y amigos, nadie conocía. «Tengo el carácter del programador, con una vida interior muy grande, callada y solitaria», explica con pudor cuando nos acercamos a su piso en Becerreá para que nos hable de sus inicios en la computación y, sobre todo, para saber qué hacía una gallega en 1963 en la sede de Bull General Electric en Madrid, dentro de un mundo laboral de hombres. «Era una intrusa. En empresas como Barreiros me decían: 'porque trabajas en esto, tú tenías que ser secretaria de un jefe'. Me daba mucha rabia, no les gustaba nada tenerme».
Esta historia de Ana María Prieto -nacida en Santiago en 1942 y que con 9 años se marcha a vivir a Madrid con su familia- arranca, como muchas, por casualidades. Estudiaba Farmacia, «porque mi madre quería ponerme una», pero a ella no le convencía, «quería trabajar en algo novedoso, hasta probé a ser diseñadora». Vio un anuncio de que una empresa nueva, Bull, necesitaba personal. Le encantaban las Matemáticas, se presentó y fue seleccionada como operadora de la entonces, junto a IBM, gran multinacional de los primeros ordenadores, «unos monstruos de 40 metros cuadrados».
Pero en pocos meses, y a través de cursos y de forma autodidacta, llegó a ser programadora de la empresa. La única mujer en Madrid en 1963, con lo que posiblemente también sea pionera en España. Con 21 años se vio metida en una vorágine de ferias tecnológicas por las principales ciudades y como colaboradora de varios clientes de Bull, entre ellos Schell y Barreiros.
«Mi familia, mis amigos, no entendían nada sobre mi trabajo, era un rollo para ellos (risas). Solo lo comprendíamos los que trabajábamos en Bull e IBM». Eso sí, reconoce que en los sesenta nadie se imaginaba que en la actualidad pudiéramos tener portátiles, tabletas o móviles.
Aquella vida en Madrid la abandona en 1969 cuando le surge la oportunidad de regresar a Santiago, como programadora de la Caja de Ahorros. Junto con otros dos compañeros desarrollaron las Phillips e IBM que tenía la entidad bancaria. «No creo que hubiese una empresa en Galicia con aquellos aparatos tan avanzados». En esta etapa, Ana María Prieto va formando a nuevos programadores. Y es que había un fin. «En 1973 me casé con mi novio, que conocí en mis veranos de infancia en Becerreá, y dejé el trabajo. Tenía muchas ganas de tener una familia y eso pudo más que mi carrera como programadora».
En ese momento realiza el camino inverso, pasando del Madrid más innovador a una Becerreá sin nada relacionado con la tecnología. Tenía 31 años y una experiencia vital y laboral que pocas chicas de su generación podían contar. Pero su cabeza seguía pensando en número binarios. «Cuando tenía criados a mis tres hijos, compramos para nuestra empresa, Almacenes Zoilo, un microordenador que fui programando para mecanizar toda la firma. En Becerreá nadie se enteraba, estaba sola en un piso programando y atendiendo a mi familia».
Y así hasta su jubilación. Y desde ese momento, reconoce, ya ni se acerca a un ordenador. Un problema en la vista no le anima. Pasa el tiempo con crucigramas y autodefinidos. Reconoce que le perdió la pista a las novedades tecnológicas. «No quiero saber nada de whatsapp (se ríe), solo un móvil con el que poder hablar con mis hijos».